Compiladora: Mariàngel Gasca Posadas
Presentación
ROGELIO TREVIÑO O LA POESIA INUBICABLE
¿En qué lugar exacto puede ser
ubicada la propuesta del poeta norteño, hallado muerto de frío (según la
escueta noticia de prensa por la que me enteré de su óbito) en un sitio para
tal vez metafóricamente inubicable?
En virtud de una especie de
hermenéutica existencial me resulta difícil, mejor dicho, imposible, separar la
escasa figura carnal de Rogelio Treviño del conjunto de sus versos. Nos vimos
por primera vez hace no pocos años, allá en su tierra; luego, en algunas
ocasiones aisladas, hasta el postrer encuentro en casa de una amiga común,
Cristina de la Concha. Treviño había preparado una selección de poemas de
Cristina, que se publicó casi enseguida.
¿Y qué con los versos de este
poeta entero, de fuerte sutileza, de asombrada visión de lo mínimo, de insólita
percepción del otro lado posible de todas las cosas? La aceptación de su obra
entre críticos y poetas y lectores de acentuada sensibilidad se contradecía con
el vasto desinterés (nada nuevo en la historia de nuestras letras) afincado en
ciertas zonas de la política cultural norteña y aun nacional.
Se ha comentado su marcada
tendencia metafísica y su encendida capacidad creativa que, a mi juicio,
apuntaban a una captación casi desesperada de los más amplios espacios de lo
cósmico y lo cotidiano. Trataré en otro momento de procurar una mayor
aproximación a la propuesta versal de Treviño, que ahora con esta edición
tendrá chance de crecer en la atención de un público general. Que las musas nos
asistan.
Saúl Ibargoyen, diciembre 2012
Eduardo Langagne, Mariángel Gasca Posadas, Aída Monteón, América Zapata |
Las
aguas robadas
Por
Eduardo Langagne
Desde
muy joven sentí, pensé y escribí que la poesía no se crea ni se destruye, sólo
se transforma. Creo en la poesía que se expresa en los más diversos escondrijos
del planeta y también en la que aún no ha terminado de trazar las rutas o abrir
sus veredas. Creo sin dudarlo en la poesía a la que han intentado cerrarle los
caminos, vías que la poesía siempre abrirá, sin pausa pero sin prisa, como dicen
las bocas populares. La poesía está también en los silencios, como la música, y
está presente en las tres heridas que cantó Miguel Hernández, la del amor, la
de la muerte, la de la vida.
Rogelio Treviño es un poeta en toda la extensión de la palabra, y como
tantos otros poetas que dan vida a las palabras y la heredan a las generaciones
venideras, todavía no ha sido leído con la serenidad y calma que se atreve a contrapuntear
sus momentos vertiginosos. Poeta de todos los ánimos, de los cuatro puntos
cardinales, de los elementos primigenios, de las cosas hondas, Treviño propuso
‒propone‒ con su poesía aventuras para su gente cercana, para los poetas de su
entorno geográfico, y abre círculos concéntricos para alcanzar nuevos espacios con
una permanente intensidad vital. Treviño consigue serenar su vocación de ira y
el hombre reflexiona en temas que las tecnologías creen olvidados: los chamanes
de la tierra seca de los desiertos, los brujos de las profundidades de los ríos
de agua caudalosa, él sabe que “Para ir de lo oscuro a lo claro la muerte nos
prepara”.
La poesía requiere de
una lectura cuidadosa para alcanzar su profundidad. Hay profundidades que son
tan hondas como los conflictos del alma humana; la poesía, lo escribió Fabio Morábito,
siempre es inédita. Treviño es también un poeta de la ternura, aunque no la
exponga a la primera vista del lector apresurado. Un poeta de la ternura que el
lector atento habrá de percibir, ternura necesaria en épocas confusas,
imaginería permanente, reflexión y canto. Rogelio Treviño es un poeta que sabe
decir: Todo reposa cuando se esparce el
canto y nos abre paso a su reflexión:Calla
y reposa: aquí se acaba el canto y sin regodearse en el juego de palabras,
dando mayor fuerza a los sentidos, también apunta:Calla y reposa: aquí se apaga el canto.
En esta edición póstuma Rogelio
Treviño, nos da una nueva oportunidad de leer el canto de una voz enigmática
con la resplandeciente claridad del misterio. Sin prisa, con la serenidad que no
siempre vibraba en las entrañas del poeta, con la profundidad que su poesía
exige, lo leeremos nosotros.
Eduardo Langagne, Mariángel Gasca Posadas, José Iván Martínez Negrete, Aída Monteón, América Zapata |
AGUA PETRIFICADA
Pilzintli
(Pseudónimo)
Poemario de
Rogelio Treviño, que concursó en el Premio Nacional de poesía, “Lázara Meldiú”,
Papantla, Ver., 2010.
La obra inédita
que tituló Treviño, “Agua Petrificada”, forma
la primera parte de La Virgen en el
Laberinto, integrada por más de veinte poemas, sin embargo al premio sólo
envió siete, mismos que hizo llegar a mi correo y son los que en este libro se
publican. La selección previa para remitirla
a Papantla, la hizo él junto con la poeta
Reneé Acosta.
Esperemos
que pronto salga a la luz su extensa obra poética dispersa entre amigos,
alumnos y artistas que le ayudaron a
sobrevivir. Ojalá y no la publiquen como propia.
Mariàngel Gasca Posadas
Agua Dulce, Veracruz, diciembre, 2012
AGUA PETRIFICADA
Constelada
en la noria
Cincelada
en la zona de las lágrimas
Multiplicada
por los caballos
de azogue
bajo el manto de las lámparas
En
la morada múltiple del ángel
Más
allá del velo de las brumas
hay una flor de agua
visible sólo al grito de una boca
callada
Preámbulo
Canto visible para los que no duermen
Epistolario una serie de poemas de reciente
creación (2010) de Rogelio Treviño hasta hoy inéditos, a propósito de un
diálogo amoroso que transforma el acto cotidiano y monótono en un emplazamiento
que suple la ausencia física de los cuerpos. Desprovisto de todo
intelectualismo Treviño nos deja ver —libre de artificios— un mundo enriquecido
y a la vez vacío, un fasto literario ajeno a cualquier forzadura del lenguaje,
un desplazarse a través de la palabra, la palabra como principio amoroso,
palabra que es caricia: eje fundamental del poema que fluctúa, entre abatido y
esperanzado bajo el ineludible deseo de la unión.
La idea de la paz, como lo es en el contexto
de las naciones no es la misma, y sin embargo, lo es, para el poeta que,
alzándose como un espectro en medio de las masas, acompañado sólo con su voz,
difumina las fisuras existenciales, como acaso se hace en el orden angélico, y con ella —su voz sola— arriba a su emancipación de la
sociedad sobre la que, paradójicamente vierte su discurso. Rogelio Treviño
intentó iluminar al mundo con su voz ( su paz lograda), cambiar el curso de
los hechos y por ende su realidad, “ya
ando sobre el camino directo” dijo, vestido con sus viejos ropajes
brincando muy lejos de una falsa claridad, lo cual significa lejos de una
cultura mercantilista porque él mismo poseía una enorme e impenetrable
superficie llamada humanidad, según se
trasluce en lo que fue su apuesta en la vida: me refiero a la veta espiritual,
aspecto crucial, como lo es, para todo aquel que se atreve a transitar por los laberintos
del arte y lo sagrado y que “sólo son
visibles para los que no duermen”. Acaso porque buscaba otras formas de
expresión, otros caminos de retorno a la luz,
Rogelio Treviño nunca durmió, como el Angelus Novus de Klee miró hacia
el pasado y quedó aterrado al darse cuenta de lo que le deparaba el futuro.
Ahora Rogelio Treviño calla y reposa,
descansa en la orilla ambigua el maniquí liberado, descansa en el Enigma, calla
y reposa y no se acaba su canto.
Aída Monteón
Diciembre 2012
Todo tiene su
momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo.
Eclesiastés
ROGELIO TREVIÑO
Rogelio Treviño nació en la ciudad de
Chihuahua, el 30 de abril de 1953, muere el 8 de enero de 2012. Entre su obra
poética cuenta con las siguientes publicaciones: Lámpara de piedra, Líneas para Sofía, UAM, Viajero inmóvil, UAZ, Luz de
ámbar, Samalayuca, La ventana en el árbol, Ceugant: el caballero que se venció
a sí mismo, La dama botella, Cíbola y Rapsodia para una dama de ladrillos. Premio
Chihuahua 1991 por su obra Septentrión;
Canciones para Laksmi, mención honorífica en el Premio Binacional EU-México,
Pellicer-Frost, 1997, edición bilingüe editorial Ponciano Arriaga, 1998;
Novela: La mujer que no fui, Premio
Chihuahua, 1993.
Su obra poética de 20 años reunida en la obra Lámpara en el Granero, que incluye trece libros individuales, resaltan la unicidad de su voz, la intensidad sostenida en el tono, la multiplicidad de recursos mediante los que su poética se expresa y la profunda agudeza con la que materializa su visión del mundo.
Entre sus obras de cuento y novela destacan: Hombre de un solo lado, El amor sólo cambia de rostro (antología de cuentos), Pie sombra y la novela La mujer que no fui.
Dentro de la Jornada de Creadores del Programa de Estímulos a la Creación y al Desarrollo Artísticos David Alfaro Siqueiros 2011, se hace acreedor a la Medalla al Creador Emérito, en reconocimiento a su destacada obra literaria a lo largo de 40 años.
Foto del autor: D.R. © Marìa Josè Tena Gasca
Ilustraciòn del libro: D.R. © Josè Ivan Martìnez Negrete
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